miércoles, 5 de diciembre de 2018

LOS VIAJES DE GULLIVER

Según la opinión más extendida, este libro entra dentro del catálogo de lecturas infantiles y juveniles. Siguiendo esa corriente, a mí me lo regalaron cuando tenía 8 años. Era una edición muy ilustrada y bastante resumida. Me produjo cierto desagrado y una mayor desazón, tanto como para que pasaran muchos años hasta que volviera a cogerlo y, entonces sí, disfrutarlo. No voy a ser yo quien dictamine cuándo debe leerse un libro, pero estoy convencido de que Los viajes de Gulliver se entiende mucho mejor y produce mayor deleite cuando se dispone de más elementos que la sola capacidad de lectura.

Como casi todo cuanto Swift escribió, las aventuras de Lemuel Gulliver tienen un carácter subversivo, encierran una crítica durísima a la sociedad de la época y poseen un amargo punto de vista sobre la condición humana que va in crescendo a medida que avanzamos por la obra. Tal vez por eso, en las versiones demediadas o de dibujos animados se reproduce tantas veces solamente la primera parte, la de Lilliput —y esta muy suavizada—, y se olvidan las restantes. 

La primera parte, el viaje al país de los liliputienses, tiene un aspecto cómico muy popular gracias al contraste de tamaños y al buen hacer descriptivo del autor. Esto no es óbice para que la parodia política se extienda por toda la narración y abarque al país vecino, Blefescu (encarnación de Francia), con quien Lilliput (Inglaterra) está en guerra a causa de la importantísima cuestión de por qué extremo deben partirse los huevos. Descubrir en el tesorero Flimnap al primer ministro inglés Robert Walpole es ciertamente divertido.

El segundo viaje está también dominado por el aspecto cómico. Ahora es Gulliver el enano y los habitantes de Brobdingnag los gigantes, que no pueden ver en un ser tan pequeño alguien provisto de racionalidad. La comparación entre los dos países a través de la conversación que mantiene con el rey del lugar sirve para fustigar la miseria y la injusticia que se practica en la Inglaterra de Swift. Admirable, por ejemplo, el pasaje en el que el monarca queda horrorizado por el ofrecimiento de Gulliver para fabricar pólvora, sustancia que desconocen y que no desean poseer. Poco a poco vamos viendo que la talla física se corresponde con la talla moral y el narrador cada vez siente menos simpatía por su especie.

El tercer viaje es el menos logrado de los cuatro porque la intencionalidad crítica se impone a la lógica del relato y la narración se pierde a veces en lo fragmentario. Aquí el autor dirige su sátira contra la Royal Society y sus, en muchas ocasiones, absurdos proyectos de investigación. Los matemáticos de Laputa viven ensimismados en sus fantasías y no son capaces de salir de la abstracta especulación. Los académicos de Munodi investigan las cosas más absurdas y disparatadas como, por ejemplo, de qué manera obtener rayos de sol de los pepinos o cómo lograr alimentos de las heces humanas.

El cuarto viaje es el más radical y el que más interpretaciones ha producido. Gulliver llega a un país donde viven unos seres de aspecto humano, pero repugnantes por su falta de moralidad y sus bárbaras costumbres, los Yahoos. Pero también están los Houyhnhnms, caballos ágiles, limpios, elegantes, que poseen una cultura superior. Una vez más, la conversación entre el protagonista y los Houyhnhnms sirve para visualizar la inmoralidad básica de la especie humana. El regreso de Gulliver a su patria le resultará especialmente doloroso. Se siente desolado al tener que abandonar la compañía de los caballos y regresar a la de las personas.

Swift nos perturba porque su ironía parece no tener límites. Los mejores escritores ingleses —Shakespeare y Chaucer— son ironistas heroicos pero mantienen sus ironías bajo control, excepto en casos extremos como en Medida por medida o en "El cuento del bulero". Pero en Swift la ironía anda suelta y alcanza una turbulencia desbocada, en especial en el Cuento de una barrica. William Blake escribió que "la exuberancia es belleza": según esta medida, podemos decir que el feroz Swift es el creador de una inmensa belleza (Harold BloomGenios).

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