jueves, 2 de agosto de 2018

LA REVOLUCIÓN SILENCIOSA


A veces, durante los calores del estío, me gusta perderme en las salas de cine y dejarme llevar por una de esas películas que cuentan historias para pasar el rato. Son ligeras, me alejan durante un par de horas de planteamientos serios y recobro la ingenuidad de la infancia disfrutando con las aventuras de seres reales o imaginarios. Suelen ser tan intrascendentes como un helado, pero me causan el mismo efecto refrescante.

La revolución silenciosa no es precisamente una de ellas. Se basa en un hecho real ocurrido en la Alemania socialista durante 1956, es decir, cinco años antes de la construcción del tristemente famoso Muro de Berlín. Allí un grupo de estudiantes, durante el último curso de bachillerato, decide mostrar su solidaridad con las víctimas de la revolución húngara causadas por la represión soviética. Guardan un minuto de silencio antes de comenzar la primera clase de la mañana.

Lo que podría entenderse como un gesto adolescente de afirmación grupal y sin mayor trascendencia va a complicarles la existencia de manera grave, va a sacar hechos olvidados o silenciados relativos a sus familiares, va a provocar un ejercicio de madurez sobrevenida y, por último, una conciencia neta del significado de la solidaridad con todas sus consecuencias.

La película cuenta un hecho de escasa relevancia para la historia de Alemania —de nota a pie de página en la Alemania del Este la califica el crítico Jay Weisbberg—, pero en ocasiones, los hechos aparentemente sin importancia nos sitúan mejor ante la historia que las grandes acciones narradas en los libros sobre la materia. Muy recomendable, aunque no se trate de un helado para aligerar los sofocos del calor.

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