jueves, 30 de agosto de 2018

CUADERNO DE CALATAÑAZOR, de Lorenzo Soler

Hubo un tiempo en que me dediqué a montar recitales con mucha ilusión y bastante descaro. Lo hacía en mi lugar de residencia y también en otras ciudades. Solía ocurrir que veía un espacio, abierto o cerrado, e imaginaba qué tipo de poesía podía sonar en él. Calatañazor, con su batalla real o imaginaria, su ambiente medieval e incluso su aroma a madera quemada y asado impregnando la atmósfera de cualquier época del año que no sea verano, me pedía a gritos un recital con romancero y guitarra. Hubo suerte y lo hicimos.

Después estuvimos cenando allí mismo con quienes tan gratamente nos habían acogido. Lorenzo Soler, a quien conocí allí, me obsequió con un poemario suyo que, por desgracia, quedó olvidado entre el desorden de mi casi perdida biblioteca. Ayer lo recuperé. Sirva esta mención como gesto de agradecimiento al autor y a todos cuantos un lejano día de un año que ya no recuerdo cuál fue nos acogieron con benevolencia y simpatía en su tierra.

Compruebo con alegría que todavía se puede adquirir algún ejemplar y que el autor, cineasta, mantiene una página donde poder saber de él y de su obra. En el "A modo de preámbulo" explica qué es lo que le une a Calatañazor y su deseo de que tenga un futuro más allá de "simple coto de veraneantes". El poemario es todo él un hermoso canto a las muchas bellezas de esa tierra soriana.

EL BARCO DE PIEDRA

Fuiste hija del mar
                        y sabe
                        a algas
                        tu trigal.

Barra de timón,
mascarón de proa,
bajel varado.

                         Acantilado.
¿Dónde la humedad
de tu escondido seno brota?


Las amapolas guardan el secreto.


Fuente: clubrural.com

POEMA DEL ROMERO

Es hacia ti, romero, mi recuerdo.
Náufrago del desierto
te vislumbro más allá de las pirámides adversas
y te siento.
ábrome paso entre los improperios,
rasgo la música hostil de las sirenas
y avanzo en retroceso hacia lo alto.
Toco la tarde aurea con mis manos de ausente
y experimento en gigantesca ola
crucifixión y flores
                          sobre ailagas y cardos.
                          Y el romero.

Oigo una voz.
                          Pregunta:
¿Volverás al silencio de tu almena?
¿Cómo se anuncia tu paso y tu delirio?
¿Tendrás sesenta años cada aurora?

Ciego y mudo ante los muros que enhebran mi destierro
lloro y callo las ausencias.
Aspavientos fabrico con mis manos
para ahuyentar la pena perniciosa.

¡Romero de Castilla sufriendo la inclemencia del rocío!
Aquí, entre mis omóplatos
vivo el devaneo de tu ausencia 
                        que me apena.

Es hacia ti, romero, tu recuerdo.

                        Tu recuerdo.


Gracias, Lorenzo. Gracias, Calatañazor.

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