martes, 8 de mayo de 2018

FRANCISCO JAVIER IRAZOKI

Impulsado por la lectura de Ciento noventa espejos busco otras publicaciones del autor y me encuentro con estas dos en una biblioteca. La primera recoge la obra poética escrita entre 1975 y 1990. Es una edición bilingüe, perteneciente a la colección POESÍA VASCA, HOY, para la que ni tan siquiera existe un enlace al que reconducir. Esta muy bien presentada —estudio introductorio a cargo de Jorge G. Aranguren, un comentario sobre temas y contenidos muy bien desarrollado por Patziku Perurena, una entrevista de J. G. Aranguren al autor y una bibliografía completa (hasta el año 92) ordenada cronológicamente—. Lo que publicó posteriormente se encuentra editado en Hiperión.

He dicho muchas veces que si queremos complicarnos la vida y meternos en trabajos para los que tal vez no estemos capacitados, lo mejor es no proferir juicios de valor y quedarnos en una manifestación de nuestros gustos y no ir más allá, porque los resbalones pueden resultar fatales. Sin embargo, no creo equivocarme si ratifico lo que Aranguren comenta en su prólogo acerca de una verso de Irazoki. Él dice que este verso

Es terrible tener las manos fuera del amor

es uno de los versos más hermosos que yo he podido leer.

Soy de la misma opinión. Hay versos que tienen la capacidad de quedarse adheridos a la memoria inmediatamente después de ser leídos. Recogen una realidad universal en pocas palabras, sintetizan un estado de ánimo, descubren una metáfora nueva cuya belleza radica en la sencillez, pone en contacto el mundo material y el mundo espiritual de forma inapelable, es capaz de comunicar con eficacia un sentimiento que a todos nos atañe, tiene una formulación limpia... Virtudes que explican, aunque la explicación es lo de menos, por qué ese verso va a quedarse viviendo con nosotros. 

El poema donde se encuentra es este:

CRISTINA

                             Los niños corren, son de plata y 
                             nada conocen de esa ruina en que se pierden
                                        FERNANDO ARAMBURU

Soy negro
               Cristina
y acabo de enamorarme de mis propias manchas
sólo los niños
sacuden la brisa sin mancharse el iris
sin aplaudir
a un mar de ojos tapiados

es terrible tener las manos fuera del amor

                          De Árgoma.

Hay muchos más versos brillantes, pero no hay que privar a nadie de la tarea de descubrirlos.

Otras veces es el poema entero el que, en su brevedad, hace brillar el momento.


FRONDAISON1

Oír te quiero
en la breve culminación del amor,
cuando, a la misma velocidad
con que recorres los precipicios,
en tu cuerpo brotan unas hojas nuevas
y desaparecen.

                          De Retrato de un hilo.

Disfrutadlo.

1Follaje, frondosidad.

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