viernes, 20 de abril de 2018

ACTITUDES ANTE EL MUNDO Y SUS MALES


Vivimos tiempos lastrados por la duda y el pesimismo. Las crisis económicas, además de acarrear consecuencias negativas evidentes para la sociedad, traen consigo el desánimo y una visión en gris fundida en casi negro que afecta a todas las áreas del conocimiento y de la expresión.

Es decir, que cuando vienen mal dadas, las novelas que se escriben tienen menos finales felices, las películas que se ruedan son más oscuras, los análisis sociológicos acentúan más los componentes negativos del sistema y los estudios políticos suelen mirar hacia el pasado y reivindicar nuevamente revoluciones fallidas.

Hay una lógica elemental para este comportamiento: los daños físicos provocan dolor y tristeza. Así, una sociedad dañada expresa su malestar a través de todos los canales que tiene a su alcance, desde la música al cómic, desde los estudios académicos a las conversaciones de café. Y todo cuanto vemos, leemos o escuchamos tiende a la desesperanza, la decepción y el derrotismo.

En este vagar perdidos de agujero negro en agujero negro hay muchos matices. En un extremo estarían quienes hacen suyo el caos y corren a desmenuzar el árbol caído —cuanto peor, mejor—; en el otro, quienes a pesar de todos los pesares son capaces de ver la luz en el túnel y seguir tirando del carro, aunque haya perdido las ruedas.

Durante los últimos diez años —y teniendo en cuenta nada más que mi propia observación y mis lecturas, siempre reducidas— yo diría que hay una mayor manifestación de pesimismo en los trabajos que proceden de áreas humanísticas y artísticas, que en los análisis que tienen su origen en el científico o se producen por parte de pensadores que han tenido una formación científica.

Más aún: la forma de expresión de quienes se enganchan a la disolución del mundo tiende con mayor profusión a la oscuridad y gusta más de los lenguajes difíciles y barrocos, mientras que quienes todavía perciben señales para la esperanza y la solución hacen uso de una expresión mucho más sencilla y comprensible.

Quiero dejar bien claro que esta es una percepción que no surge de un estudio detallado y que, en cualquier caso, habrá pesimistas y optimistas, criaturas de la claridad y de la oscuridad, en todas las familias, procedan de donde procedan, pero no me resisto a citar un par de ejemplos que recogen fielmente este antagonismo: Žižek - Bunge // Heidegger - Russell.

Y no entro en el campo de la literatura o del arte porque están pobladas de alegatos muy poco favorables al optimismo. La felicidad es saludable para el cuerpo, pero es la pena la que desarrolla las fuerzas del espíritu, decía el enfermizo Proust.


Salud y ánimo.

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