Margarit gana con los directos porque a la verdad y belleza de sus poemas les añade credibilidad, es decir, todas las señales que emite —voz, presencia, gesto, dicción, manera de estar— colaboran en esa misma dirección. No olvidemos que al fin y al cabo un poema no es otra cosa que un texto montado sobre alguna metáfora que nos debe producir alguna emoción, y es difícil emocionarse si no percibimos verosimilitud.
Pero Margarit tiene muchas más virtudes y cualidades que la de la credibilidad. Camino de los 80, tiene un enorme recorrido hecho, una sabiduría extraordinaria, un acendrado estilo propio y una serenidad envidiable. Es como si mirase el paisaje desde muchos metros más alto que la mayoría de las personas. Tal vez ese ver más sea parte sustancial de la buena poesía.
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