miércoles, 31 de enero de 2018

NEREA AZURMENDI y MIKEL G. GURPEGUI

Jorge Oteiza: Construcción vacía. Paseo Nuevo

Jorge Oteiza: Construcción vacía. Paseo Nuevo 

Jorge Oteiza: Construcción vacía. Paseo Nuevo


El Departamento de Turismo donostiarra publicó hace ya diez años un folleto sobre las esculturas que había en diferentes localizaciones de la ciudad. Aunque las esculturas se han ido multiplicando, esa publicación no se ha reeditado y, además, solamente quedan ejemplares en inglés y en catalán. Por suerte, el Atlas de esculturas virtual, del que ya ofrecí noticia hace un par de meses, suple ese vacío.

Pero no redacto estas líneas para quejarme ni para pedir a quien corresponda que se actualice la información en papel, aunque si algún responsable las lee y quiere hacerme caso, siempre las daré por bien empleadas. No, no van por ahí mis intenciones, sino por el camino del agradecimiento y el reconocimiento.

Ayer había un día invernalmente luminoso sobre la ciudad y el Cantábrico permitía a la ciudadanía hacer uso de su ciudad y disfrutar sin riesgo del juego de las olas entre las rocas y sus brillantes estallidos de espuma. Uno de los lugares más hermosos para entretenerse con ese espectáculo es el Paseo Nuevo, donde se encuentra la escultura de Oteiza, a modo de ventana por la que asomarse al siempre fascinante mar.



Me acordé de la guía de esculturas, saqué el teléfono, hice estas fotografías primero y después miré a ver qué información ofrecía. No era mucha, pero era suficiente. Me gustó, y mucho, la que se dedicaba al autor. Escrita con pasión y con cariño, como pocas veces se redacta una información de folleto turístico. Exactamente esta:

Poeta, escultor, cineasta, ensayista, agitador de ideas, imaginador de futuros... Las palabras y las fechas no valen para definir a Oteiza. Puede decirse que nació en Orio en 1908, que fue un niño asustadizo y un joven que tuvo que hacerse cargo de su familia, que se interesó por la arquitectura pero se matriculó en medicina, que aproximándose a la treintena se orientó hacia el arte, que vivió en Madrid y en 1935 se marchó a Sudamérica, donde se casó con Itziar Carreño –su guía en la tierra– y regresó al País Vasco en 1948. Y se puede recordar que ya para entonces estaba volcado en la escultura, pero decidió abandonarla en 1960, tras dictaminar el final del arte contemporáneo. Pero rompió su promesa y volvió, siguió imaginando y proponiendo mil caminos nuevos para el arte y para la vida. Se enfadó con algunos, fue querido por muchos y admirado por casi todos. Se le fue Itziar, se hizo viejo, se hizo leyenda, nos legó su obra y su pensamiento, su mirada única, original como pocas, y se murió en primavera. Pero para entonces ya era inmortal.


En internet no había manera de averiguar quién lo había escrito. Acudí al papel de hace diez años y allí, entre los créditos, aparecían Nerea Azurmendi y Mikel G. Gurpegui. Ignoro si está redactado entre ambos o si corresponde solamente a uno. En cualquier caso, una radiante microbiografía. Gracias, Nerea; Gracias, Mikel.

2 comentarios:

  1. Que conste que ese bonito texto sobre Oteiza lo redactó Nerea Azurmendi. Ella hizo el grueso del trabajo. Unos años después me pidieron que escribiese algunas modificaciones y los textos sobre algunas nuevas esculturas de la ciudad, y añadieron mi firma a la suya.

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    1. Muchas gracias, Mikel, por tu sinceridad y por tu colaboración. Es un honor que los autores pasen por aquí y, además, colaboren.

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