jueves, 18 de enero de 2018

CICERÓN, FROST, KENNEDY

A veces la casualidad determina mis comentarios. Anteayer redacté una breve reseña sobre La decadencia de Nerón Golden, donde la figura del actual presidente de los EEUU se convierte en sombra y pesadilla. Ayer me llamó la atención un libro que Turner acaba de publicar, 50 discursos que cambiaron el mundo. Inmediatamente pensé que era una reedición de Palabras que cambiaron el mundo. Casi, pero no. Entre las múltiples coincidencias está el famoso discurso del 20 de enero de 1961 de J. F. Kennedy. La fecha es la que que es y parece que pide un recuerdo.

Seguramente el discurso de Kennedy es recordado por la retransmisión televisiva que se hizo a medio mundo, y por unas cuantas frases brillantes, pero especialmente por una. En realidad, si un discurso logra dejar en la memoria de la sociedad una sola frase, ya es un buen discurso. Seguro que os suena: No preguntéis lo que vuestro país puede hacer por vosotros, preguntaos qué podéis hacer vosotros por vuestro país.

El discurso comenzó a trabajarse una semana antes. Kennedy dispuso las líneas sobre las que debía transcurrir y los redactores, entre los que se encontraban varios escritores, se pusieron a ello. Varias de las frases provienen de discursos anteriores del propio presidente, pero la famosa, la que se cita una y mil veces, llegó hasta allí de mucho más lejos. Lo que hicieron los redactores fue, sencillamente, cogerla del que tal vez sea el mejor retórico de la historia, Cicerón: No os preguntéis qué puede hacer Roma por vosotros, sino qué podéis hacer vosotros por Roma.
Fuente: El iletrado egregio.

Desde luego, el principal objetivo de un discurso político es convencer. Pero si además logra conmover, mejor que mejor. Ese trabajo, en parte, había quedado reservado al poeta R. Frost, quien precedió al presidente, desplegó sus cuartillas y comenzó a leer un poema que había escrito para la ocasión. El viento, el cegador brillo del sol y la avanzada edad del poeta dificultaron la tarea. "No tengo una buena luz aquí", y el lamento lo recogieron los micrófonos. El público aplaudió para animarle mientras el vicepresidente Johnson se levantó en su ayuda para darle sombra al texto con su sombrero. Frost calló un momento, abandonó la lectura de lo que había preparado y recitó de memoria su poema "Regalo absoluto", una especie de historia del país en 16 versos:

La tierra era nuestra antes de que fuéramos de la tierra .
Fue nuestra tierra por más de cien años
Antes éramos su pueblo. Ella era nuestra
En Massachusetts, en Virginia,
Pero éramos de Inglaterra, aún colonos,
Posesionándonos de lo que aún no era poseído ,
Teníamos lo que ahora no más poseemos.
Algo de nosotros se ocultó dejándonos débiles
Hasta que descubrimos que eramos nosotros mismos
Estábamos ocultando a nuestra tierra de vivir
E inmediatamente se encuentra la salvación en señal de rendición.
Tal como estábamos nos dimos cuenta
(El acta de ofrecimiento fue muchos actos de guerra)
Que indiscutiblemente la tierra con imprecisión estaba hacia el oeste
Pero aún así sin historia, tosca, sin realce,
Tal como estaba, tal como se transformaría.

El público ya estaba ganado para el presidente, incluso para empezar a trabajar por Roma. Todo esto ocurría hace 67 años.

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