viernes, 3 de noviembre de 2017

LA PRISIÓN TRANSPARENTE, Antonio Gamoneda

Estoy cansado.

Cansado de mí mismo; de mi enemistad conmigo mismo.
Vaso Roto
O de vivir, o de no
vivir, no
sé.

Hoy,
esta mañana, he 
considerado lo que queda de mí:
                                              apenas
una fatigada conciencia
y algunos inservibles
bártulos carnales.

De esta guisa se abre el primer poema-libro que Vaso Roto recoge en este volumen en el que aparecen tres títulos —La prisión transparente, No sé y Mudanzas— de Gamoneda, acaso el más independiente y reconocido de los poetas españoles vivos. 

Y así es como acaba el segundo de ellos, No sé:

(...) Yo voy y vengo obstinado; una y otra vez
     obstinado, una y otra vez giratorio. No voy a ninguna parte;

me busco.

Soy análogo a pájaros que no vuelan pero vuelan. Digo los incesantes ausentes.
                                                                                                      Parecen
y me parezco a aquél, al habitante
de la prisión; libre y encarcelado; ebrio efectivamente
de sí mismo.

                  No
digo más.
             Estoy
olvidando.

          [...]

No es de extrañar que con semejante despliegue existencialista y melancólico el primero de los ejercicios —mudanzas— sea el que dedica al depresivo poeta suicida y roído por la culpa, Georg Trakl. Pero Gamoneda no es Trakl, a pesar de que puedan coincidir en algún punto de vista sobre la existencia, y maneja la materia de la que está compuesta la poesía con mayor solvencia de lo que lo hacía el austríaco. 

Es cierto que el Gamoneda que más me gusta no es el que reflexiona acerca de la nada que es la vida, de lo poco que somos y de lo solos que están los muertos. A mí el que más me gusta es el que es capaz de manejar las imágenes y las palabras como un auténtico mago y crear con ellas, desde la más aparente sencillez y naturalidad, sorprendentes experiencias poéticas cargadas belleza y emoción. Por ejemplo:

He puesto sobre mi pecho el collar de esferas de jade y la virtud de mi canto                                                                         hace que el jade resplandezca.
                          
Mudanzas. Cantos del rey Nezahualcóyotl

(...) mi crimen no fue otro 
que romper el enmarañado manojo de los besos
que los dioses mantenían apretadamente urdido.
                                                      
Mudanzas. Stéphane Mallarmé.

Amo este verano negro como las urnas de las que se arrancan las constelaciones; amo el jardín que surgió de mi propia ciénaga y ahora reverdece en espasmos crujientes. 
                                                      
Mudanzas. Herberto Helder.

Este Gamoneda que juega con palabras aparentemente distantes y ajenas, pero todas ellas del acervo común de la lengua, y que es capaz de conformar con ellas nuevos significados y paisajes poéticos extraordinarios, es el que más me gusta y el que me parece uno de los poetas más singulares de la literatura actual.

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