miércoles, 9 de diciembre de 2015

TRONO DE ARMAS, de Kester

Imagen tomada de este tumblr. Trono de armas, Kester, 2001.
Esta obra es un monumento a todas las víctimas de la guerra civil de Mozambique y un registro de los crímenes cometidos contra todo un país; de hecho, contra todo un continente. Y es también —lo que resulta algo más inusual para un objeto tan conmemorativo— una obra que nos habla de esperanza y determinación. Así la percibe Neil MacGregor, director del Museo Británico y autor del estupendo texto La Historia del mundo en 100 objetos.

Seguramente MacGregor coincide con otros muchos expertos en su percepción. Yo mismo puedo entender lo que dice, comparto la intención, me parece muy loable el objetivo, pero... se me hace muy difícil mirar ese objeto como una "obra de arte" y mucho menos como una "silla" en la que poder sentarse y descansar. El color, el óxido, el metal, los ángulos, las armas que la conforman, todo en él me produce un enorme rechazo. Solo veo un trono siniestro que me produce espanto.

Todas las guerras, de hecho, son espantosas. No fue menos la guerra civil mozambiqueña: quince años de enfrentamientos (1976-1992), unos 900.000 muertos, 5.000.000 de desplazados, 300.000 huérfanos, miles de minas que todavía están activas...  Un verdadero horror. Cuando la guerra terminó, el auténtico reto era construir la convivencia. En este contexto, uno de los muchos pasos que se dieron fue el de transformar las armas en objetos útiles para la paz, dentro del proyecto Convertir las armas en herramientas.

Cristóvao Canhavato, más conocido como Kester, es el creador de este sillón. Sin duda, la intención es magnífica. La idea de transformar las armas en objetos de paz, brillante. Conseguir que alguien repose sobre lo que ha sido un instrumento de muerte, fabuloso. Pero a mí me sigue produciendo miedo. Con el artista sobre ellas y sonriendo, mientras una mujer y un niño miran la escena al pasar, se me hace menos desagradable.


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