miércoles, 9 de abril de 2014

SOBRE EL PODER DE LA RELIGIÓN

No tengo nada contra la fe de las personas. Allá cada cual con sus creencias. Pero sí me molestan, y me molestan profundamente, las que pretenden indicarnos desde su concepción religiosa cómo debemos vivir los demás, cuál debe ser nuestro comportamiento y qué debemos pensar sobre la realidad. La narración mítica y la explicación mágica del mundo me interesa como bien cultural, como forma de entender sociedades del pasado o como aproximación a las inquietudes, concepciones del universo y formas simbólicas de diferentes grupos humanos. 

Parece increíble que disponiendo de los medios tecnológicos, científicos y culturales de los que disponemos, habiendo realizado tan largo proceso en la conquista e interpretación de la realidad, teniendo como tenemos tan poderosas herramientas en todos los campos del saber, todavía hoy la mayoría de la humanidad continúe siendo creyente y —lo que resulta altamente preocupante— una minoría poderosa de la misma pueda ejercer tal dominio sobre la vida de las demás.

Resulta difícil de entender esta situación y posiblemente la mejor explicación la haya ofrecido Freud en sus Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis, (Lección XXXV) cuando afirmaba aquello de que de los tres poderes que pueden disputar a la Ciencia su terreno, el único enemigo serio es la religión. El arte es casi siempre inofensivo y benéfico (...) La Filosofía no es contraria a la Ciencia: se comporta ella misma como una ciencia; labora en parte con los mismos métodos; pero se aleja de ella en cuanto sustenta la ilusión de poder procurar una imagen completa y coherente del Universo (...) Pero la Filosofía carece de influencia inmediata sobre la gran mayoría de los hombres; interesa sólo a una minoría dentro del estrato superior, minoritario ya, de los intelectuales, y para los demás es casi inaprehensible. En cambio, la religión es un poder que dispone de las más intensas emociones humanas. Sabido es que en tiempos antiguos abarcaba todo lo que en la vida humana era espiritualidad, que ocupaba el lugar de la ciencia cuando apenas existía una ciencia y que ha creado una concepción del Universo incomparablemente lógica y concreta, la cual, aunque resquebrajada ya, subsiste aún hoy en día.

Y es que cuando las emociones dominan nuestra vida, resulta muy difícil seguir avanzando serenamente por el camino de la realidad.

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