Estas líneas forman parte de la Meditación XVII de John Donne, del recopilatorio Devociones para ocasiones emergentes.
Es bien sabido que a Hemingway le sirvió para dar el título a una de sus más famosas novelas. Más allá de esta anécdota, las palabras de Donne son de una hondura y una belleza absolutas. Además de su poesía, que es relativamente bien conocida en castellano porque lleva muchos años traducida, sus Meditaciones no lo son tanto. Buena parte de ellas las tradujo Andrea Rubín bajo el título de Paradojas y devociones.
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