domingo, 26 de octubre de 2008

EL INDIO QUE LLEVAMOS DENTRO

Hoy ni me encuentro con ganas ni con ideas. 
Retomo una entrada apenas visitada de hace once años.
Era domingo. 


Cuando iba a comprar el periódico dominical, me he encontrado en el quiosco este indio de juguete, uno de esos con los que jugábamos cuando éramos niños, y no he podido resistir la tentación de hacerme con él.

Según parece, los niños de hoy no juegan mucho con ellos; de hecho, es muy difícil encontrarlos, a no ser que sea en una de esas tiendas especializadas en muñequitos de plástico donde venden todo tipo de animales y personajes de las películas infantiles más exitosas.

Debo reconocer que no voy a jugar con él, ni tan siquiera voy a ponerlo en algún lugar destacado de la estantería de libros. No siento ninguna nostalgia de la infancia, hace muchos años perdida, ni de los juegos con los que me entretenía. Pero sí tengo un amigo a quien todavía hoy le atraen especialmente. Es un regalo para él. Para él y para el indio que algunos todavía llevamos dentro.

Me explico: los indios siempre perdían las batallas ante el Séptimo de Caballería y su célebre canción, ¿os acodáis?:



Los indios eran los malos, los que cortaban las hermosas cabelleras a los rubios y apuestos hombres blancos. Los que impedían con su pesada presencia en los inmensos prados el desarrollo de la ganadería y de las comunicaciones. Eran, en definitiva, una banda de gamberros salvajes siempre molestos.


El caso es que tengo un amigo bastante indio y salvaje, que no necesita nada para disfrutar de la naturaleza, salvo la propia naturaleza salvaje, pero el séptimo de caballería siempre anda acosándolo. Quiere reducirlo a la categoría de ciudadano civilizado cuando está en la ciudad y a la de dominguero senderista cuando se pierde en el monte.

Para él, pues, y para todos los que todavía guardan un indio en su interior, este pequeño juguete inofensivo que hoy he encontrado, mientras realizaba el rito dominguero y civilizado de comprar un periódico.

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