jueves, 29 de mayo de 2008

IMPOSTURAS INTELECTUALES Y DISCURSO VACÍO

Hace diez años los físicos Alan Sokal y Jean Bricmont publicaron un hermoso y eficaz libro titulado Imposturas intelectuales. En él denunciaban el mal uso y el abuso carente de significado por parte de algunos "grandes pensadores" (Lacan, Kristeva, Irigaray, Deleuze...) que con un perfecto desconocimiento de las Matemáticas y de la Física, no se cortaban un pelo a la hora de introducir expresiones matemáticas e incluso fórmulas que no entendían para ilustrar sus textos. Resultado: un lenguaje ininteligible que el resto de los mortales, por temor a ser tachados de ignorantes, no se atrevían a denunciar.

Sin llegar a este caso extremo, se produce con demasiada frecuencia entre la clase intelectual —sin duda con poco intelecto— el uso de un lenguaje barroco, oscuro y, sobre todo, vacío de contenido que pretende deslumbrar por su verborrea, pero que nada dice. Una muestra:

El lenguaje tal vez sea el señor del hombre. El lenguaje habla, pero más allá lo hace silencio, del que partimos y hacia el que nos encaminamos. El silencio invita a crear. En efecto, la creación se inicia con la página en blanco, en la soledad del lienzo, con el ardor de la angustia, en la nada. Las palabras caen, se desmoronan y mueren. ¿Qué sucede cuando muere una palabra? ¿Qué ocurre cuando se extingue una lengua? Acaso tiembla el espíritu, se estremece el aire y el mar se agita. Una lengua es una conmoción, un torbellino, y queda para siempre en un extraño vagar, por esas zonas oscuras donde se agolpan, se hermanan, todos los sonidos. La lengua muerta retorna al logos, a la palabra primigenia, al deseo eterno de la energía. El espíritu anhela el cuerpo, la carne, siempre quiere ser cuerpo terrestre o celeste, materia, fuerza, hidrógeno, helio, los primeros elementos, hechos, de pronto, palabras. El espíritu es la materia. Esta armonía, o desarmonía, de silencios crea el mundo humano, los significados, los símbolos, las leyendas, los demonios y los ángeles. Pero la historia de la poesía moderna, como también la de la propia filosofía, muestra la huida del espíritu, su asalto.
Enoc. Sobre las raíces filosóficas de la poesía contemporánea. Diego Romero de Solís. Akal, 2000, pág. 65.

Es este un ejemplo perfecto de lenguaje vacío, texto que no dice nada y en el que se mezcla un falso lenguaje poético, con un simbolismo absurdo. ¿De qué está hablando el autor? ¿Cuál es el tema? ¿El lenguaje, el acto de creación, la muerte de las lenguas o la metafísica del espíritu?

Partamos de la primera frase. ¿Nos domina el lenguaje, somos acaso sus siervos, es él quien decide por nosotros lo que decir o no decir? Y si es el lenguaje el que habla y no nosotros, seres conscientes -cuando lo somos, claro-, ¿por qué dice más el silencio que las propias palabras? Admito, claro, que el silencio puede sugerir muchas cosas y puede estar lleno de significado, pero si ocurre así, es por que antes he dicho algo o he escrito algo... o lo voy a hacer después del silencio. 

Y si admitimos el sentido metafórico del silencio del que provenimos y hacia el que nos dirigimos (nacimiento-muerte), que yo sepa nadie ha sido capaz de crear ni un verso miserable antes de nacer, ni tampoco después de morirse. ¿Hasta dónde quiere el autor que llevemos la metáfora? ¿Hasta Dios? ¿Hasta la Nada? ¿Hasta el Gran Silencio? Y si es así, ¿cree seriamente que puede explicar algo a partir de semejante oscurantismo? ¿De verdad se cree el topicazo de que la creación empieza en la página en blanco y no en la voluntad y/o necesidad del autor de querer decir algo? 

A mi me gusta ser más prosaico y pensar que el lenguaje es una de esas cosas que utilizamos para hacernos entender, es decir, para poder comunicarnos con los demás, para hacerles saber que los queremos o que estamos enfadados o que tenemos miedo y necesitamos su ayuda, independientemente de que lo digamos en un idioma u otro y no lo podamos hacer en indoeuropeo, que según el autor cuando desapareció debió crear alguna cordillera o algún océano, aunque no seamos conscientes de ello. Por cierto, el océano ¿es materia o es espíritu?

Podría seguir con el juego y desmontar cada una de las frases, pero me parece que el texto es tan evidente en su vacuidad, en su no decir nada, en su carencia total de significado, que no creo necesario seguir adelante. Os lo ofrezco como pasatiempo para cuando queráis jugar entre amigos a desconstruir —escribo con "s" la palabra— un párrafo, si no tenéis mejor cosa que hacer. Lo realmente grave del asunto es que este tipo de textos aparecen con cierta frecuencia y se dan en todos los géneros, llenando de ruido, que no de silencio, bibliotecas, librerías, escuelas y universidades.

Que tengáis una feliz lectura.

2 comentarios:

  1. Excelente reflexión. Por mi parte no puedo estar más de acuerdo. Me he pasado los cinco años de la carrera criticando exactamente eso. Claro que tenía que hacerlo en voz baja; a los profesores universitarios la mención del 'Affaire Sokal' les produce reacciones cercanas a la epilepsia. Estoy convencido de que una buena parte de ellos se han convertido en especialistas en disciplinas que están, simple y llanamente, vacías de contenido. Lo compensan a base de una retórica academicista que en muchos casos llega al punto de ser una pura jerga pseudocientífica incomprensible. Lo que los americanos llaman 'technobable'. Se han convertido en los sofistas de nuestro tiempo.
    Un saludo.
    Juan

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  2. ¡Hola, Juan!

    Muchas gracias por el comentario. Me alegra saber que compartimos la misma opinión.
    Un abrazo con sentido e inteligible,

    Jesús

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